"¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece." Santiago 4.14.
La moral del hombre está en decadencia y parte del motivo es que hoy día cada quien hace como bien le parece. Esto funciona (en apariencia) mientras uno viva y deje vivir a los demás. Sin embargo, vendrá un día en el cual Dios, nuestro Creador, hará moralmente responsable a cada persona por sus acciones.
¿Cómo será usted examinado en ese día? Dios mostrará que cada hombre ha tenido una luz interna que le guía en el conocimiento del bien y del mal. Esa luz interna es la conciencia. Mire en su conciencia, y vea cómo le muestra como en un espejo cuál es el problema más grave del hombre.
¿Podría usted enumerar cuántas mentiras ha dicho en su vida? ¿Pocas? ¿Incontables? No importa si es una sola o miles, la persona que miente se convierte en mentirosa. Y esto a pesar de que tenemos conciencia de que mentir es incorrecto.
¿Ha usted robado algo? No piense que el tamaño hace diferencia. Si tomo su billetera y robo nada más un dólar es el mismo crimen que robarle 100 dólares. La persona que roba es un ladrón. Piense en las veces que robó respuestas en un examen, o frutas a un vecino distraído. Piense que la piratería de música o películas es robo. Escuche su conciencia.
¿Ha usted cometido adulterio? ¿Alguna vez ha mirado otra mujer (u hombre) para codiciar a esa persona sexualmente? Toda inmoralidad sexual es una ofensa ante Dios, es un pecado que será llevado a juicio. Piense en el sexo antes del matrimonio, o fuera del matrimonio, los pensamientos de lujuria y toda perversión sexual. Todo ello será tomado en cuenta en el juicio.
El problema más grave del hombre es que tiene pecados sobre su espalda. Dios no olvida los pecados del hombre, y se asegurará de que cada quien reciba su justo castigo. En un juicio, una persona culpable carece de justicia. Esa es la necesidad de todo hombre: No tiene justicia y en el día del juicio sólo eso interesará.
Proverbios 11.4 dice “No aprovecharán las riquezas en el día de la ira, mas la justicia librara de muerte”.
Si usted muere no tendrá más oportunidades. Si ha cometido pecados, entonces no tiene justicia, y recibirá ira de parte de Dios: un castigo físico eterno en el Infierno y el lago de fuego.
Quisiéramos apoyarle para que tenga un conocimiento claro y sin ambigüedades de lo que es el mensaje del cristianismo. No es un mensaje para una prosperidad material, un bienestar social o familiar, sino algo mucho más importante: se trata de su destino eterno.
El hombre fue creado a la imagen de Dios para estar en comunión con Él. Pero el hombre desobedeció a Dios y pecó, y ahora está separado de Dios (muerto espiritualmente).
Es muy importante que cada individuo entienda que ha pecado y que por esto ha ofendido grande y personalmente a Dios, su Creador. La manera más fácil de ver este asunto es por el uso de la Ley de Dios: los 10 Mandamientos, una Ley Moral que Dios ha escrito en los corazones de todos los hombres.
La Ley nos ayuda a entender lo que es pecado, porque la Biblia dice que el pecado es cualquier infracción de la Ley. Por cada infracción de Su Ley, Dios exige la muerte. O sea, la “multa” por haber violado la Ley de Dios es la pena de muerte.
Entienda que con sólo una infracción de la Ley, usted será hallado culpable, y deberá pagar un castigo eterno.
Sin embargo hay una provisión para el hombre pecador. Nosotros violamos la Ley de Dios, pero Jesucristo pagó nuestra “multa”. Cristo no pecó ni una sola vez, nunca violó la Ley de Dios. Por lo tanto, no mereció la muerte pero murió en la cruz por nosotros (como nuestro Sustituto) para pagar el precio de nuestros pecados.
Si usted, o cualquier otro ser humano, quiere ser salvo, tiene que hacer dos cosas: Primero, tiene que huir de la ira venidera (el día del justo juicio de Dios) arrepintiéndose. Segundo, tiene que huir a Cristo, es decir, tiene que poner su fe (su confianza total) en el Señor Jesucristo. Tiene que creer en el Señor Jesucristo para ser salvo.
La salvación es por la gracia de Dios, por medio de la fe, no por ninguna obra.
Hoy en día, muchas personas se llaman a sí mismas cristianas, y quizá ese sea su caso. Queremos animarle a examinarse a sí mismo. No hay nada más importante que su destino eterno, así que por favor utilice lo siguiente para evaluar su propia salvación.
Jesús dijo en Mateo 7.21 que muchos le dirán ¡Señor, Señor! en el Día del Juicio, pero Él los rechazará y los enviará a un lago de fuego. ¿Cómo podemos saber si estamos entre aquellos que serán rechazados por haber creído en vano? Y más importante aún, ¿cómo puedo tener seguridad de mi propia salvación?
Hay dos maneras bíblicas. La primera es examinar el momento en el que usted se convirtío a Cristo. La segunda es examinar los frutos de su vida actual.
Piense en el momento cuando usted considera que tomó la decisión de seguir a Cristo:
Su necesidad: ¿Cuál fue el motivo por el cual usted puso su fe en Cristo? El motivo correcto es que usted entendió que tenía una necesidad de justicia. Por haber quebrantado una ley moral de Dios, usted es merecedor de un castigo de parte de la justicia de Dios. Si usted creyó por otro motivo (por ejemplo una mejora de vida, o prosperidad material, o sanidad física, entre otros), por favor considere que fue engañado, y lo mejor es que examine el mensaje del evangelio correcto.
Su actitud: Al comprender que usted ha ofendido a Dios que es Bueno, Santo y Justo, ¿tuvo temor (miedo) y mucha verguenza delante de Él? Dios le creó a usted, le dio la vida y todo lo que tiene, y usted lo ofendió constantemente. La maldad en su propio corazón lo hace ser un enemigo de Dios y no habrá esperanza si usted muere con pecados. El temor al juicio y al Infierno es un buen sentimiento, es sano y pertinente.
¿Tuvo tristeza? Una tristeza genuina debe llenar su corazón al ver que usted es el criminal culpable y Dios es Justo, pero que Dios mismo fue a la cruz a sufrir el castigo que usted mismo merece. Dios no tenía la obligación de ir a la cruz. En ese lugar, Cristo pagó la multa por los crímenes que nosotros cometimos. Ahora que Él pagó por nuestros pecados, ofrece la justicia a todo aquel dispuesto a abandonar sus pecados y poner su fe en Él. Esa benignidad que vemos en Dios debe romper nuestros duros corazones. Dios mostró que quiere salvarnos. Él es Bueno, y nosotros somos los rebeldes. La persona que vivió una verdadera conversión para salvación vive una tristeza genuina por su pecado.
Su respuesta: La respuesta adecuada al evangelio es una actitud humilde y triste. Es así como un pecador arrepentido decide volverse de sus propios ídolos y pecados hacia Dios. Esa es la respuesta que la Biblia llama “la conversión”. Cuando uno como pecador da la espalda al pecado que ama para volverse a Dios, se le llama arrepentimiento. Dios requiere arrepentimiento y fe en el Señor Jesucristo para dar el perdón de pecados a una persona. Dios no requiere su dinero, ni su sacrificio ni sus promesas para salvarle de Su ira. Él requiere que usted vaya a Él con un corazón arrepentido. A la persona humilde, Dios le recibe (le da gracia) y le regala la justicia que necesita.
Si la breve explicación anterior no describe su experiencia de conversión, por favor medite en ello. Piense en cuánto ha ofendido a Dios y cuán duro sería el Infierno como castigo por sus pecados. No deje que pase un día más sin ir humildemente ante Dios, rogando que Él le perdone a través del pago que Cristo hizo en la Cruz.
Escríbanos un mensaje si tiene dudas. Será un gusto apoyarle.
La segunda manera de examinar si usted realmente tiene la salvación es analizar cómo es su andar diario. Los siguientes son frutos de un seguidor genuino de Cristo.
Cuando hay una verdadera conversión, hay arrepentimiento. La salvación depende del arrepentimiento de uno porque Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan. Si uno NO quiere someterse al Señorío de Dios (al Señor Jesucristo) arrepintiéndose de sus pecados, perecerá (lea Hechos 17.30-31 y Lucas 13.3, por ejemplo).
Un verdadero cristiano procura ser ejemplo de buenas obras (Tito 2.7). Los miembros de la Iglesia muestran un celo (un deseo ardiente) por las buenas obras. El entusiasmo por las buenas obras es un fruto de una verdadera conversión.
Los labios de un cristiano deben confesar el nombre de Jehová su Dios porque de Él viene todo lo bueno que el cristiano tiene y que ha experimentado en esta vida (Hebreos 13.5). Esto se manifiesta en una actitud de agradecimiento y en compartir con otros el evangelio de Cristo (evangelismo).
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." Gálatas 5.22-23.
De alguna manera (aunque sea poco) este conjunto de cualidades de carácter se manifestará en la vida de un verdadero cristiano.
El verdadero cristiano se deleita en la Ley de Dios—en la Ley moral que se expresa en los diez mandamientos. Esto quiere decir que él se deleita en la justicia, en hacer lo justo (lo correcto) y evitar lo injusto (lo incorrecto). Esto no implica perfección en el cristiano, pero sí un deseo sincero de no pecar: tiene un corazón arrepentido.
Si usted desea conocer una explicación más completa de todo lo anterior, le invitamos a leer el libro "¿Está Seguro? ¡Esté seguro!" que le ayudará a comprender mejor el evangelio y a afirmar su salvación.
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